jueves, 19 de mayo de 2016

Un Rajoy virtual se deja traer y llevar

Los periodistas que siguieron a Mariano Rajoy en su periplo fugaz por Zaragoza tenían cara de pocos amigos. Al plasma de la comparecencia de prensa (si, otra vez) se unió la prohibición de dirigirse al Presidente o al séquito durante un falso paseo ciudadano. Se fue de cañas a El Tubo, pero al mítico Pascualillo solo podían entrar los “ciudadanos” y no los “periodistas”. Será que no son ciudadanos. No les dejaban los de seguridad, que seleccionaban a los invitados. Usted ciudadano inerme, adentro; usted, periodista desalmado, a distancia. Como corderos, los plumillas y fotógrafos seguían a distancia al líder del PP, que recordó su peor versión, como cuando a finales del invierno del año pasado, también en la capital de Aragón a propósito de las riadas entonces, dijo aquello de “yo vengo a donde me traen”. Lo increíble es que ninguno de los periodistas se diera media vuelta y dejara al jefe supremo compuesto y sin prensa. De qué sirve ayudar en la calle a las ancianas -como fue ayer el caso- si no hay medio de comunicación que lo cuente. Mal por Rajoy y por el PP, peor por los periodistas.

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