Cualquiera puede matar, y es relativamente sencillo, y se puede hacer en poco rato a un montón de personas. Y la seguridad total no existe. Y en estas que estamos todos alerta y poniendo bajo sospecha de terrorismo a todo chalado que se lía a tiros por una u otra razón: sentimental, laboral, psicológica o política. Porque los últimos acontecimientos relacionados con el yihadismo nos lo hacen ver así a nosotros (psicosis) y porque ahora existe una gran plataforma de enganche para los desgraciados que quieren asesinar y aterrorizar. Hasta los clásicos tiroteos en EEUU son un arma de doble filo. La gran secta y red social mundial del momento se llama Estado Islámico y mueve montañas. Es el orgullo de pertenecer a un grupo para salir de una vida objetiva o subjetivamente miserable, integrados o no, felices con su pandilla o no, con una vida conyugal satisfactoria o no, con las neuronas enfermas o no, con dinero o sin él y así hasta el infinito donde estás loco de atar pero tienes tu momento de gloria. Lo mismo te da lobo solitario que cordero atemorizado. Y ya se sabe, como la cabra tira al monte, esto va para largo.
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