La Eurocopa es una vergüenza porque está siendo un campo de batalla para los nacionalismos competidores. Los franceses, acosados por una crisis social y política como hace años no padecían, se ven obligados ahora a contemplar a lo largo y ancho de su país a las hordas de futboleros borrachos en busca de pelea. Menuda gracia organizar acontecimientos de este tipo. Tienes que emplearte con las fuerzas de seguridad y los destrozos, por si no había bastante con la amenaza yihadista. Desde luego el efecto propagandístico del anfitrión queda relegado a un segundo plano, y si los dirigentes como Putin solo hacen que alentar a las masas, la imagen que se proyecta es lamentable. Sin contar con los croatas, o los turcos, o los ingleses, que parecen necesitar nuevas batalla de Trafalgar a todas horas. El fútbol, más allá de ser una excusa para los macarras internacionales, es un escenario vergonzoso, gobernado por delincuentes y corruptos, grandes deudores de lo público. Siguiendo a la Roja nadie parece muy indignado por esto, donde se echa en falta la intervención de la Unión Europea y mucha mano dura con la violencia. A lo mejor hay que seguir los partidos por televisión y que jueguen con el campo a puerta cerrada.
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